SE LO CUENTO

Publicación gratuita por e-mail. Todos los meses se publica un cuento de Daniel E. San Martín, desde octubre de 2004. En este blog se publican las notas que han acompañado estos cuentos en cada número. Para recibir los cuentos debe suscribirse aquí.

11 junio, 2005

Nº9 · Celeste

Celeste

El 25 de mayo es día feriado en Argentina. Se conmemora la Revolución de Mayo de 1810, momento a partir del cual dejamos de ser colonia (al menos del modo en que veníamos siéndolo).

Al día siguiente del último 25, debía movilizarme desde los suburbios, donde vivo, al centro de Buenos Aires. El viaje, aproximadamente de una hora, tenía como objetivo realizar dos trámites: uno en Cancillería y otro en una dependencia de la Policía Federal.

En la fotografía de abajo, donde puede vérseme según mi apariencia actual, no puede vérseme según mi apariencia actual. Me refiero a que no tengo el pelo corto, como aparento en la foto, sino que está atado por encima de mi nuca, en un pequeña cola.

Antes de salir de mi casa, me disponía a afeitarme: había abierto el agua caliente de la pileta del baño y preparado la crema de afeitar y las dos maquinitas que utilizo durante el proceso.

Me surgió el problema de que el pelo se me venía a la cara, por tenerlo desatado, y debía solucionar esto de algún modo si no quería llenármelo de espuma de afeitar, así que tomé lo que más a mano tenía que era una colita de mi hija, con cintitas formando una flor y pompones peluditos alrededor. Realmente muy bonita, para una nena de tres años.

Ya se estarán imaginando que finalmente me presenté en la Cancillería y en la Policía Federal bien afeitado y con pompones peluditos y cintas infantiles atrás de mi cabeza. Puesto que no habrá ninguna sorpresa en que les cuente que olvidé cambiármela antes de salir, interrumpo aquí mismo la historia.

No es mi culpa: con lectores tan imaginativos la cosa se me pone muy difícil. Aunque bien podría excusarme recordando que Antón Chéjov, quien abrió la puerta a los autores minimalistas, no cerraba sus narraciones con ningún final sorpredente.

También traer a colación a E. T. A. Hoffmann, otro cuentista, a quien le gustaba inturrumpir la historia poco antes del final, como bien pueden comprobar leyendo Los autómatas.

A los amigos españoles desprevenidos les aclaro que E. T. A. no significa Euskadi Ta Azkatasuna (Patria Vasca y Libertad), sino Ernst Theodor Amadeus, que son los nombres del señor Hoffmann... aunque la verdad sea dicha: su tercer nombre no era Amadeus sino Wilhelm, que se cambió por Amadeus en homenaje a Mozart.

Recibir un homenaje en el tercer nombre no es el mejor homenaje posible; Hoffmann, como buen romántico, podría haberse jugado un poco más y cambiar por Amadeus el primero de sus nombres, o al menos el segundo; pero apenas homenajeó al músico con el último de ellos.

No importa: lo cierto es que Mozart no se llamaba Amadeus, después de todo, sino Juan Crisóstomo Wolfgang Teófilo Segismundo Mozart, y el nombre que se cambió por Amadeus no fue el tercero sino el cuarto, con lo cual liberamos al Amadeus Hoffmann de la anterior acusación y terminamos con el tema (sí me quedo pensando en cómo se arreglaría la señora Ana María para acordarse de los nombres de sus siete hijos, si es que su marido se empeñaba en asignarle cinco a cada uno de ellos).

Y que me he ido por las ramas es discutible, porque debo confesar que no trepaba por ningún tronco. La flor de cintitas y los pompones peluditos eran del color de la bandera, y puesto que el día anterior todos los patriotas lucían el celeste en sus escarapelas, los señores funcionarios de Cancillería y los oficiales y suboficiales de la Policía Federal sólo deberán pensar que soy más patriota que la mayoría, dado que lucía una escarapela aún después de la fecha patria.

Si esta escarapela era una primorosa flor adornada por pompones y la llevaba por detrás, esto no debe ser tenido en cuenta; y dejo debidamente aclarado en este mismo momento que bien machito me hizo mi madre y que en esto no me voy por las ramas, como sí algunos amigos míos (que no voy a mencionar, pero que la pasan tan bien que da envidia).

Y si alguno está en desacuerdo que salga afuera y nos encontramos en la esquina para arreglar las cosas como hombres. He dicho.

Ahora los dejo porque esta noche tengo una fiesta de disfraces y todavía no terminé de coser el que me estoy haciendo, de Dama de las Camelias.

¡Hasta la próxima!


El cuento publicado en la edición de junio/2005 de SE LO CUENTO fue: La víctima.

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