SE LO CUENTO

Publicación gratuita por e-mail. Todos los meses se publica un cuento de Daniel E. San Martín, desde octubre de 2004. En este blog se publican las notas que han acompañado estos cuentos en cada número. Para recibir los cuentos debe suscribirse aquí.

06 noviembre, 2005

Nº14 · Reportaje

Reportaje

—¿Qué hace acá? ¿Por qué no se afeitó...? Primero: ¿qué hace acá?

—Vamos a hacer como el Diego: ¡nos vamos a entrevistar a nosotros mismos!

—¿Nosotros? ¿De qué habla?

—¿No viste el programa del 10?

—Ni vi ni me importa. ¡Váyase, no está presentable!

—Así no nos confunden: yo con barba, vos afeitadito. Yo te trato de vos, vos me tratás de usted...

—¿Qué le agarró? Se supone que una disociación de sus funciones psíquicas debería habérsele declarado hacia la pubertad, y la pubertad le ha quedado un poco atrás. Vamos, salga de acá, no tengo tanto espacio como para ponerme a discutir con usted.

—No te hagás el serio; dale, haceme preguntas y yo contesto.

—¡Qué? Para chiste ya es suficiente: pida disculpas y deje lugar.

—Pregunto yo, entonces. Tiene que ser un reportaje, ¿capisce la onda?

—Por favor: no me haga salir de mí.

—No me podés echar, por más que insistas; pensalo.

—¡No es fácil ir contra una naturaleza tan básica! De acuerdo, veremos si es capaz de algo útil; pero digame de usted.

—¿Te cuento de mí?

—No, presuntuoso; le estoy diciendo que me trate de usted, que me hable con un poco más de formalidad. ¿Sabe lo que es eso?

—Sí, señor; por supuesto.

—Bien. ¿Tenemos alguna novedad, algún agradecimiento?

—Ah, sí, tenemos: nos mandaron dos libros. ¡Gratis! ¡No nos cobraron!

—Es verdad, el amigo Siu Kam Wen nos ha enviado dos novelas de su autoría. ¿Puede decirnos algo de ellas?

—Sí, sí; acá están. A ver, déjeme ver... Sí, son la ISBN 1-4116-0886-0 y la ISBN 1-4116-0880-1.

—No se haga el gracioso, que no le sale. Dé los títulos a nuestros lectores, por favor.

—Eso es exactamente lo que iba a hacer cuando usted me interrumpió: Viaje a Itaca y La Estatua en el Jardín. Las dos tienen 150 páginas.

—El último no es un dato que nos interese.

—A mí sí: nunca pude terminar un libro de más de 150 páginas.

—No sé por qué, pero me imaginaba lo que acaba de decir. Bien, yo quisiera destacar la edición del Libro de las maravillas del mundo, de la doctora María Mercedes Rodríguez Temperley.

—Este se nota que lo escribió una doctora, por lo grandote. ¿Ve lo que le decía recién? Lo más grande que leí en mi vida...

—No nos importa qué leyó usted, gracias. Mejor digamos que el Libro de las maravillas del mundo es de 1357, y que fue escrito originariamente en anglonormando.

—Obviamente, eso yo lo sabía.

—Entonces, obviamente, recuerda el nombre de su autor.

—¿Cómo? ¿No es la señora doctora María...?

—No, espíritu yermo, rústico ignorante, casi analfabeto: El Libro de las maravillas del mundo fue escrito por alguien conocido como Jean de Mandeville, John Mandeville o Juan de Mandevilla.

—Ah, usted tampoco sabe cuál de los tres lo escribió, ¿qué se hace tanto el sabiondo, entonces?

—Se trata de la misma persona, despistado. Es el libro que más se destaca dentro del conjunto de relatos medievales, de los relatos medievales agrupados bajo la denominación de libros de viajes.

—Mire usted. Bueno. ¿Y la doña Rodríguez?

—La doctora Rodríguez Temperley tomó un manuscrito del siglo XIV, en traducción a la lengua aragonesa, preparó la edición, hizo las notas, el estudio preliminar... Algo que usted no podría hacer ni en cuarenta años de labor.

—Lo pongo en duda. Los médicos y los abogados son demasiado creídos de sí mismos.

—¿Y eso qué tiene que ver, suponiendo que tal cosa sea cierta?

—Lo digo por eso de que yo no podría ni en cuarenta años hacer lo que esa doctora, como usted dijo.

—¡Animal! ¡La doctora no es médica ni abogada! Ser doctor significa haber recibido el último y preeminente grado académico que confiere una universidad.

—Bueno, bueno; no me grite.

—Ya no diga una palabra más. Tome, ya que quiera participar lea, lea esto tal cual se lo doy, no le agregue nada.

—¿Esto? Ejem. "Si se toma en cuenta la cantidad de testimonios conservados (tanto manuscritos como impresos), las traducciones a casi todas las lenguas europeas, las citas que de el Libro de las maravillas del mundo aparecen en obras diversas de carácter geográfico, enciclopédico y ficcional, y la vigencia en el gusto de los lectores durante casi tres siglos, es evidente que se trata de un testimonio destacado dentro de la historia literaria". ¿Qué tal lo hice?

—Bien, bien. Ahora esto, sobre la doctora Rodríguez Temperley. Tenga.

—Ahí voy otra vez; ejem: "Es docente universitaria, investigadora del CONICET y desde el año 1999 forma parte del Seminario de Edición y Crítica Textual 'Dr. Germán Orduna' (SECRIT)". Voy mejorando, ¿no?

—Maravilloso; sólo debería ahorrarse los comentarios antes y al final de leer. Ahora lea esto.

—Bueno. Me ahorro el comentario. A ver, ejem: "En este número, amigos selocuenteros, les presentamos Afonía, un breve cuento de nuestro ya conocido Daniel E. San Martín". Y no hago ningún comentario. Lo hice bien, ¿no?


Afonía fue publicado en la edición de noviembre/2005 de SE LO CUENTO.

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